Sebastián
de Benalcázar y sus capitanes, convencidos de la existencia de esta inmensa
fortuna, peinaron la ciudad destruyendo templos y hogares. Por último
exasperado por estas búsquedas sin éxito se volvieron hacia sus prisioneros
para extraer la información que querían. Rumiñahui y otros capitanes fueron
sometidos a torturas, pero no dijeron nada, en realidad tal vez no tenían nada
confesar. Viendo todos sus esfuerzos inútiles, los españoles decidieron
deshacerse de ellos y en enero del año 1535 Rumiñahui, Zope- zopahua,
Quingalumba, y Sino fueron ejecutados, algunos en llamas y otros con otras
formas igualmente atroces de ejecución.
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